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ABRAHAM Entrevista a Carlos Abraham

domingo, 12 de marzo de 2023

ENTREVISTA A CARLOS ABRAHAM

Entrevistador Claudio Celada

Tomado del sitio de Facebook Un toque de distensión 

 

 


 

¿Quién es Carlos Abraham? Cuéntenos sobre sus libros anteriores.

Soy un escritor (la palabra quizá suena grandilocuente, como todas las empleadas demasiadas veces) argentino, nacido en 1975. Tengo algunos libros previos. Los poemarios Rito de iniciación (1993), Fuera del tiempo (1995), Noche de trovadores (1998), Crisálidas (2000), A la sombra de gárgolas (2003), En la noche de los tiempos (2006) y Latidos (2016). Los ensayos Borges y la ciencia ficción (2005), Estudios sobre literatura fantástica (2006), La editorial Tor: medio siglo de libros populares (2012), Las revistas argentinas de ciencia ficción (2013), La literatura fantástica argentina en el siglo XIX (2013), Lovecraft en Argentina (2015), Lovecraft en español (2017), La editorial Acme: el sabor de la aventura (2017) y Las historietas argentinas de ciencia ficción (2020). Y el libro de cuentos fantásticos La biblioteca de Alejandría (2021).

    También compilé algunas antologías, como La Argentina fantástica (2008, 2 vol.), Cuentos fantásticos argentinos del siglo XIX (2016, 4 vol.), Cuentos fantásticos argentinos 1900-1960 (2016), El cuento fantástico en Caras y Caretas (2017-2023, 4 vol.), Cuentos de sirenas (2018) y Poesía del romanticismo inglés (2020). Y realicé varias ediciones críticas, como Historias inverosímiles (2014) de Raimunda Torres y Quiroga, Las fabulosas aventuras del Profesor X (2014) de Ovidio Pracilio, En el siglo XXX (2018) de Eduardo de Ezcurra, Cuentos desconocidos (2018) de Eduardo L. Holmberg, Sueños del futuro (2019) de Nicolás y Ovidio Pracilio, Obras completas (2019, 2 vol.) de Raimunda Torres y Quiroga, Hongos de Yuggoth (2020) de Howard Phillips Lovecraft y Operación maravillosa (2021) de Eduardo L. Holmberg.

 

¿Cómo llega Carlos Abraham a la Editorial Tor?

Mi abuelo materno, un inmigrante italiano que se dedicaba a la carpintería y era muy aficionado a la lectura, tenía muchos libros de Tor en su biblioteca. Estuvieron entre mis lecturas de infancia. Ya en mi adultez, al ver que no había ningún estudio sobre una editorial que había sido tan importante para los sectores populares en nuestro país, decidí realizar una investigación minuciosa sobre ella. Reuní más de 3000 libros de Tor, recorriendo librerías de viejo; consulté bibliotecas; entrevisté a los descendientes del fundador y a unas cuantas personas que trabajaron o publicaron en la editorial. Todos los entrevistados eran ancianos y ya han fallecido, por lo que el libro hubiera sido imposible de escribir de haber esperado diez años. Me alegra mucho haber podido preservar esos testimonios de vida, que iluminan sobre un capítulo esencial de nuestra historia cultural.

 

¿De dónde surge el nombre Tor para la editorial? ¿Cómo fue orquestada la creación de la editorial?

La Editorial Tor fue creada por Juan Carlos Torrendell (1895-1961), una figura fascinante debido a su avasallante personalidad, a su enorme capacidad de trabajo y a sus múltiples emprendimientos, rasgos que permiten emparentarlo con otros monstruos de la industria editorial como William Randolph Hearst, George Platt Brett, Natalio Botana y Cesare Civita. El nombre de la empresa era una apócope de su apellido. La empresa fue bautizada en un principio como Editorial Torrendell; ante los frecuentes errores por parte de los clientes y proveedores, que la llegaban a pronunciar Torrandell o Torrendelo, se optó por la versión simplificada.

¿Qué hace que Editorial Tor sea más interesante que otras?

Toda editorial es interesante, pero varios factores hacen única a Tor. En primer lugar, el sencillo hecho de su tamaño descomunal. Fue la mayor empresa editorial que haya existido en América Latina: hasta su cierre en 1971 produjo alrededor de 10 000 títulos de libros y 2000 números de revistas, con tiradas dignas de un periódico de primera línea, ya que empleaba rotativas, algo único en el mundo de la edición literaria. Las tiradas eran tan grandes que el mercado interno no podía absorberlas, y el 80 % se exportaba al resto de América. Por eso hoy, en Chile, Perú, Colombia o México, es frecuente encontrar libros de Tor en las librerías de viejo.

    En segundo lugar, el uso de rotativas permitió abaratar los precios. Para darte una idea, en 1940 el precio promedio de un libro de otra editorial era de 3 pesos; el de uno de Tor, 30 centavos. Eso permitió que muchas familias humildes pudieran acceder a la lectura y cultivarse. A muchos pueblos del interior sólo llegaban los libros de Tor, y los diarios.

    En tercer lugar, hubo una gran diferencia respecto de otras editoriales del período que también publicaban libros dirigidos a un público masivo y de escasos recursos económicos.     Por una parte, Tor difundía clásicos de la literatura universal como Virgilio, Víctor Hugo, Shakespeare, Dante y Cervantes, clásicos de la filosofía como Aristóteles, Platón, Schopenhauer y Comte, y autores contemporáneos prestigiosos como Zamacois, Gálvez, Peyret, Pirandello, Zweig y Freud. En este sentido, estaba en una línea similar a empresas contemporáneas como Claridad, Sopena Argentina, Espasa-Calpe o la platense Calomino, que publicaban ediciones baratas de los clásicos para el consumo de los sectores populares.     Por otra parte, la editorial también publicaba numerosas colecciones de literatura de masas: novela policial (Colección Misterio, Biblioteca Sexton Blake, Serie Amarilla), novela rosa (Serie Delly, Colección Amapola), de aventuras (Rocambole, Biblioteca de Aventura y Misterio, Tarzán de los Monos), de ciencia ficción (Colección Ultra), de piratas (Sandokán, Salgari), de vaqueros (Cowboys, Cowboys Gigante, Nevada Kid) y hasta historieta (Pilucho, Pif-Paf, Fenómeno). En este sentido, estaba en el terreno de editoriales dedicadas a la narrativa de entretenimiento –o de escapismo, como diría un crítico adorniano– como Molino, Alfredo Angulo, Rubio & Cía., Acme, Malinca y muchas otras. Esta doble vertiente de Tor no encierra una contradicción. Es simple reflejo de un intento de captación integral de un mercado –los lectores de bajos recursos– realizado en varios frentes. Por un lado, literatura clásica y ensayos de divulgación. Esta área de las publicaciones estaba orientada a satisfacer el ansia de cultura, instrucción y elevación sociocultural de los sectores populares. Por el otro, la literatura policial, aventurera, de vaqueros y de ciencia ficción, así como la historieta. Esta área estaba orientada a satisfacer gustos más primarios y cotidianos de esos mismos sectores, como la necesidad de entretenimiento, de suspenso y de emociones fuertes.

    En cuarto lugar, la editorial publicó largas series de libros apócrifos. Eso se debió a que solía ocurrir que ciertos autores extranjeros se vendían en abundancia, pero como habían escrito una obra poco extensa, pronto no quedaban nuevos títulos para editar. En otras palabras, el interés del mercado por un autor específico continuaba aunque no hubiesen más obras de éste: la demanda superaba la oferta. En ese caso se recurría a escritores nacionales para que redactaran textos apócrifos, que aparecían bajo el nombre del autor célebre. Obviamente, no se pagaba más derecho de autor que el escaso sueldo de los contratados, y la celebridad en cuestión nunca llegaba a enterarse. Fue el caso del personaje de Tarzán. Las novelas de Burroughs sobre el personaje comenzaron a publicarse en 1932, y fueron un éxito. Pero pronto se acabaron los títulos escritos por el estadounidense. Para solucionar el problema, Torrendell contrató a Alfonso Quintana Solé, que escribió casi cincuenta novelas sobre Tarzán desde su casa de Buenos Aires. Al principio, aparecía como “traductor” de las obras; luego, pasaron a figurar bajo su propio nombre.

 

Las tapas de Editorial Tor tenían un estilo muy importante. ¿Cómo fue que surgió la idea de hacerla de esta manera?

En la literatura de masas resulta clave el presentar a los libros de una forma vistosa, con imágenes impactantes y coloridas. Y, en géneros como el fantástico, el terror o el policial, agregando elementos violentos y truculentos. Por un lado, porque la competencia en los escaparates de los kioscos (sitio de venta de esta clase de literatura) era tan feroz como una batalla de piratas de Salgari. El público no tenía mucho dinero, y debía seleccionar cuidadosamente sus compras; el espacio en los kioscos era reducido, a diferencia del existente en las librerías. Por eso se empleaban tapas extremadamente llamativas, que atraían la atención del lector en esos escaparates, por sobre los productos de la competencia, y que generaban en el comprador la sensación de haber invertido bien su dinero en una obra que le resultaría emocionante. Si vos publicabas Thuvia, la novia de Marte de Edgar Rice Burroughs y le ponías una tapa sin imágenes, ibas a vender mucho menos que si le ponías una con un marciano de cuatro brazos, largos colmillos y ojos lúbricos acercándose a una muchacha humana ligeramente vestida. Adiviná qué opción eligió Tor.

 

Editorial Tor solo sacó libros, ¿o posee otros tipos de publicaciones?

También publicó revistas de historietas, como Pif-Paf, una pionera del noveno arte en la Argentina, de la que aparecieron 753 números entre 1939 y 1954, con tiradas que llegaban a los 325 000 ejemplares y distribución en toda Latinoamérica; uno de sus lectores fue el joven Ernesto “Che” Guevara. También Pilucho, una revista escolar con numerosas historietas de aventuras y de ciencia ficción, y Fenómeno, la primera revista dedicada exclusivamente a la historieta nacional.

    Te cuento una anécdota de Pif-Paf. En su etapa inicial, difundió por primera vez en nuestro idioma el personaje de Batman, bajo el nombre “El hombre murciélago”. Su publicación comenzó en el número 23, correspondiente al 6 de febrero de 1940. Torrendell había realizado en 1939 un viaje a Estados Unidos, donde adquirió diversos ejemplares de la revista Detective Comics; ya de regreso en la Argentina, recibió otros a través del servicio de distribución de Acme Agency. Entre ellos figuraba el preciado número 27, donde apareció originalmente el personaje (hoy en día, los ejemplares en perfectas condiciones se venden a un precio que supera el millón de dólares). Los fue publicando en Pif-Paf, dividiendo cada episodio de la revista estadounidense en dos o tres más breves, a fin de que duraran más tiempo. La identidad secreta de Batman tuvo un nuevo nombre: Osvaldo Espinosa (a veces aparecía como Espinoza). En cambio, Robin siguió llamándose Dick Grayson. Sin embargo, el contenido de los ejemplares de Detective Comics obtenidos por Torrendell se acabó en el número 62 de Pif-Paf. ¿Cómo solucionó este problema el astuto editor? Pues en el número 63 se anunció que un maleante había descubierto la auténtica identidad de Batman y que, por lo tanto, el héroe debía cambiar su disfraz. A partir de ese momento, se continuaron publicando las aventuras de Batman, pero con una vestimenta distinta: el protagonista era rubio, su traje era amarillo y rojo, poseía una flecha roja dibujada en el pecho y su arma era una espada. ¿Cuál era la explicación? Pues que Tor tomó la historieta estadounidense “Dart and Ace”, proveniente de la revista Weird Comics, agregando capuchas de quiróptero sobre las cabezas de los personajes, así como antifaces sobre sus ojos, a fin de hacerlos similares a los auténticos Batman y Robin. A principios de 1942, quizá debido a que se había acabado la provisión de historietas de “Dart and Ace”, se empleó como base para este trucaje la historieta “The Eagle.” La elección se debió a que el protagonista tenía un joven compañero llamado Buddy, al que podía camuflarse como un Robin.

 

¿Cuál cree que es la obra más importante de la Editorial Tor y qué la distingue?

Tor tuvo muchos logros importantes. Publicó colecciones sentimentales que fueron pioneras de esa modalidad en nuestro país, como Revista Mi Novela, Biblioteca Mi Novela, Biblioteca Ensueños de Amor, Fémina, Crisálida, Amapola y Jazmín. Publicó colecciones de literatura policial que divulgaron los principales representantes internacionales del género y formaron la generación de autores policiales argentinos que florecería entre 1940 y 1960, como Colección Misterio y Biblioteca Sexton Blake (donde se articuló el primer fandom nacional), seguidas por Biblioteca de Aventura y Misterio, Serie Amarilla, Nuevo Magazine Sexton Blake, Mister Reeder, Fantásticas Aventuras del Santo, Demon Brat y Sexton Blake - El Rival de Scotland Yard. Publicó literatura gauchesca y nativista en La Tradición Argentina, rescatando al género del declive que había tenido tras su auge en el mundo de la folletería. Publicó colecciones de aventura como Historia de Tarzán de los Monos, Colección Salgari, Biblioteca Sandokán, Colección Cow-Boys, Biblioteca Salgari, Nevada Kid y Tarzán Gigante, que fueron casi monopólicas en la difusión local de la literatura de vaqueros, de piratas y de aventuras selváticas en formato de libro. Publicó La Abeja, una colección de textos infantiles que pobló de fantasía los hogares y las escuelas. Publicó Ultra, la segunda colección dedicada a la ciencia ficción en la Argentina (la primera fue iniciada sólo dos años antes por Editorial Minotauro). Publicó clásicos y ensayos a un precio mínimo, lo que permitió que la clase proletaria se cultivara. Publicó revistas de historietas como Pilucho, Pif-Paf, Fenómeno y Nuevo Fenómeno, esenciales para la consolidación del noveno arte en nuestro país y semilleros de artistas que luego tuvieron una larga trayectoria. Y dio a luz extensas series de novelas apócrifas que constituyen un tesoro desconocido de nuestra narrativa. Uno solo de esos logros bastaría para convertir a Tor en una editorial relevante del mercado argentino de masas del siglo XX; sumados, la vuelven su principal exponente.

    Desde un punto de vista personal, diría que su mayor logro fue la colección Las Obras Famosas. Fue un cambio de tónica con respecto al proceder habitual de la empresa. No se trató de una colección con extensión indefinida y a la que se agregaran continuamente nuevos títulos a fin de cumplir con los lectores y con los distribuidores, como fue el caso de la Colección Misterio, sino que estaba restringida en la extensión de su catálogo a fin de garantizar que todos los textos fueran verdaderamente relevantes. El provecho económico, también en un giro con respecto a la política de Tor, consistió en las reediciones continuas en vez de en la suma de nuevas obras.

    No fue azaroso el adjetivo famosas. La colección contuvo textos ineludibles como Rojo y negro, Don Quijote de la Mancha, La divina comedia, Crimen y castigo, Los miserables y Ana Karenina. El objetivo de publicar obras destacables se logró, ya que aparecieron numerosos clásicos. Sin embargo, el criterio de selección no dejó de tener un ojo puesto en los gustos del lectorado argentino de masas, ya que también había autores poco respetados por las élites pero apreciados por el público general. Es así que no se incluyeron textos particularmente exigentes como el Fausto de Goethe, el Ulises de Joyce, El proceso de Kafka, En busca del tiempo perdido de Proust o el teatro de Shakespeare y de los trágicos griegos, imprescindibles en una colección verdaderamente representativa de las mejores obras de la literatura universal, sino Nostradamus de Miguel Zévaco, Pinocho de Carlo Collodi, Tarzán de los monos de Edgar Rice Burroughs, La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson y las folletinescas novelas de Miguel Zévaco, Paul Féval hijo y Ponson du Terrail. Muchos títulos no eran clásicos, o al menos clásicos de la “literatura culta”, pero todos eran célebres. Figuraban no por su importancia estética o histórica, o por su prestigio académico, sino por su fama y, por consiguiente, sus ventas.

    Las Obras Famosas no buscaba ser una colección basada en los criterios de la historiografía literaria o en las tendencias del campo intelectual contemporáneo, sino un muestrario de los textos importantes desde una mirada popular. Al estar orientada al público tradicional de la empresa, proveniente de las clases bajas, combinaba las novelas más vendidas del género de aventuras o del género sentimental con algunos clásicos incuestionables. Con ello, se satisfacía parejamente el ansia de entretención y el afán de conseguir cultura. En otras palabras, la colección constituyó un interesantísmo intento de generación de canonicidad desde los márgenes.

 

Se la conoce como una “Editorial Popular”, ¿cómo era la distribución de sus obras?, ¿solo el precio era lo distintivo en cuanto a su “masividad”?

Tor se ocupaba por sí misma de la distribución en Capital Federal, mediante una flotilla de furgonetas, aunque hubo un período en el que recurrió, para el reparto de las revistas y de otras publicaciones de kiosco, a la empresa Rafael Vaccaro. También se vendían libros y revistas en firme a los canillitas que acudían a la editorial, los cuales se ocupaban de revenderlos en las calles. En otras ciudades, Tor contaba con asociados que se ocupaban de llevar el material a las distintas bocas de venta. En Córdoba el distribuidor era José V. Lerchundi; en Mendoza, José Cantón; en Rosario, Domingo Juan Taleti; en Mar del Plata, las empresas Sanzi y Figliolo; en Santa Fe, la librería y editorial Castellvi.

    También se empleaban viajantes para tratar de forma directa con las librerías. Había un servicio de novedades, ya que Tor publicó en ciertas épocas un promedio de cinco libros por semana. Los clientes se suscribían a una determinada cantidad de ejemplares de cada libro. La cantidad variaba, obviamente, según la importancia de cada título y de cada ciudad: clientes como Lerchundi solían comprar cientos de ejemplares, mientras que aquellos situados en pueblos pequeños se limitaban a unos pocos. Los pedidos se registraban en un fichero: cuando se sacaban novedades, se elaboraban los rótulos con las cantidades y se enviaban los libros. Las ventas se realizaban en firme y no había devolución, pero los libreros podían modificar con el tiempo el monto de su subscripción. Por ejemplo, si estaba anotado a diez ejemplares de cada libro de Tor, podía aumentar o disminuir esa cantidad. Esta política pobló de libros las estanterías de muchas librerías del interior.

    Se imprimían propagandas que se enviaban a colegios y bibliotecas: eran una simple hoja con los precios de las colecciones. Para los libreros se despachaban hojas de pedido: eran más grandes y detalladas, con varias columnas y con puntillados donde podían anotar la cantidad de ejemplares requeridos de cada colección y de cada título. Otro modo de difusión fue el envío de libros a los periódicos, con lo cual se obtenían reseñas.

    Los talleres gráficos de la editorial usaban máquinas rotativas, más propias de un periódico que de una casa dedicada a la producción de libros. Las rotativas exigían que por lo menos se tirasen 5000 ejemplares para que los costos rindieran. Estas tiradas no podían ser asimiladas en su totalidad por el mercado local. Debido a ello, Tor se caracterizó, junto con Claridad, por obtener buena parte de sus ganancias en base a la exportación de libros a diversos países de América. Casi el setenta por ciento de su tirada se dirigía al mercado exterior, por lo que aún hoy pueden hallarse libros y revistas de Tor en las librerías de viejo de todo el continente. En ello fueron fundamentales viajantes como León Drimer y Pedro Wainstein Uris, pioneros del oficio en nuestro país, que durante los años treinta y cuarenta promocionaron los libros y las revistas de Tor en las principales librerías de Lima, Santiago, Bogotá, México y otras ciudades. También cabe mencionar a Eneas Cuasnicú, que a mediados de los años cuarenta fue Jefe de Ventas, entablando relaciones con libreros de Argentina y de Hispanoamérica y firmando contratos con autores estadounidenses.

 

¿Sería posible una editorial así hoy?, ¿por qué cree que no hay ninguna que tome ese lugar?

Sería imposible, porque la literatura de masas se ha extinguido. Era una vertiente literaria orientada al entretenimiento de las clases populares. En los años cincuenta y sesenta, fue desplazada por un nuevo medio de entretenimiento: la televisión. Anteriormente había competido con el cine y con la radio, pero la televisión fue una adversaria irremontable. A diferencia del cine, brindaba la comodidad del consumo hogareño, lo que también permitía que su visualización fuera más prolongada. A diferencia de la radio, tenía el atractivo del componente visual, lo que la hacía más absorbente y adictiva. Su influjo hizo que la literatura de masas dejase de resultar redituable y, por lo tanto, languideciera hasta desaparecer. En la Argentina, el único formato sobreviviente fue el bolsilibro, que perduró hasta los años ochenta. De forma ocasional, algunos autores actuales, que son fans de la antigua literatura de masas, escriben y publican obras que buscan imitar su estilo y su estética visual. Sin embargo, no se trata de auténtica literatura de masas, ya que está dirigida a un público muy restringido, a los fans de lo retro. Son recuperaciones nostálgicas con elementos camp y kitsch, muy distintas del material original.

 

Esta es la cuarta edición: ¿por qué debemos salir corriendo a conseguirlo? ¿Dónde?

¡No recomiendo salir corriendo por las ajetreadas calles de Buenos Aires o de otras ciudades porque los puede pisar un auto! Creo que el libro puede interesar por tres motivos: porque es la historia completa y profunda de la editorial más grande de Argentina y de Latinoamérica, porque es una radiografía sobre nuestra literatura de masas, y porque muestra en detalle los diversos procederes editoriales en la Argentina del siglo XX.

    Hacer la historia de Tor equivale a sumergirse en el centro mismo de la pululante literatura de masas de la Argentina. Es una auténtica clínica del negocio del libro en el período. Trucos de mercadeo, mañas editoriales, estrategias comerciales, tiradas que hoy día serían inconcebibles, arte de tapa tan bello como truculento, fascinantes vidas de escritores hoy casi olvidados debido a su falta de “canonicidad”, textos preñados de misterio y de aventura. Páginas que hoy son amarillas y frágiles, y que albergaron los sueños de muchas generaciones de lectores.   

    El libro aparecerá dentro de un par de meses, y podrá conseguirse en muchas librerías del país. También podrá ser adquirido en Mercado Libre, o por comunicación directa con el editor.




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