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NARCISO IBÁÑEZ MENTA Beto Casella Chau Narciso (por ahora) Encolumnados 4

martes, 19 de diciembre de 2017

NARCISO IBÁÑEZ MENTA
Beto Casella
Chau Narciso (por ahora)
Encolumnados 4




¿Impresionante decíamos? BETO CASELLA, una esplendidez (sinónimo de lujo) para este boletín, da a entender que los yanquis no saben lo que es el verdadero miedo.

En Estados Unidos hicieron una encuesta preguntando a los críticos de cine cuáles son las escenas de terror que más recuerdan. Aparecieron entre las más votadas la escena del crimen en la ducha, de Psicosis; el momento en el que Jack Nicholson rompe la puerta a hachazos, en El resplandor, diciendo "querida, ya llegué"; y la escena de Tiburón, cuando el bicho se queda con las piernas de una rubia que nadaba plácidamente. Se nota que estos tipos no vieron ninguna escena de El hombre que volvió de la muerte y la cruel venganza de Elmer Van Hess. Yo tenía nueve años, cuando el genial Narciso -cada jueves, a las 10 de la noche- encarnaba a aquel alemán que daba cuenta -de a uno y pacientemente- de aquellos que lo habían hecho sufrir: Eduardo Rudy (el doctor Mortensen, que presenció vivo ¡la extracción de su propio corazón!), Claudio García Satur (Lazlo Avalon), Romualdo Quiroga (Jonhatan Jufftensen), Oscar Ferrigno (el coronel Larsen) o Alberto Argibay (Frederick, atacado por un millón de bichos para que muriera de delirius tremens, o algo así). Tengo grabada para siempre la voz de la anciana Ekaterina Hansen (que, creo, doblaba María Elena Sagrera) en la que Elmer podía convertirse, ayudado por su noble colaborador Abdul (Néstor Hugo Rivas). El último capítulo duró exactamente nueve minutos. Y a continuación pegaron la primera emisión de Un pacto con los brujos. Ahí aparecía Pablito Codevilla, con unos trece años. Hace poco me enteré de una curiosidad, de boca del propio Pablo: como Narciso, por cuestiones contractuales, debía estar en España por aquellos días, varios capítulos de Un pacto... contaron con un doble muy parecido a Ibañez Menta, que solía aparecer de espaldas o en penumbras. Eso sí, Narciso enviaba su voz grabada desde España. Codevilla compartió con el verdadero protagonista solamente un capítulo. Otro truco genial del maestro. Yo no vi El fantasma de la Opera o El muñeco Maldito que fueron a principios de los 60. Los de mi generación nos enganchamos con esa serie de novelas en el 9, donde nos enteramos que el hombre podía ser muy cruel, que mucha gente muere con los ojos abiertos y que se puede no pegar un ojo durante toda la noche después de ver un programa de tele. Más o menos un mes antes que Narciso nos dejara para siempre, intenté una comunicación telefónica para mi programa de radio. Amablemente, su hijo Chicho Ibáñez Serrador, devolvió un par de líneas que decían: "Les agradezco el cariño y el recuerdo que tienen por mi padre. Pero no podrá atenderlos, ya que hace dos años que no puede articular palabra ni pensamiento alguno". Hace pocos días, el propio Chicho, en una charla radial, me contó que las últimas palabras que se le escucharon a Narciso fue cuando -despertando por un rato de su triste letargo y sorprendiendo a todos- alzó a su biznieta que acababa de nacer y dijo: "Qué guapa es". La confirmación que el Maestro del Terror también estaba lleno de ternura. Querido Narciso: te decimos chau. Por ahora. Porque, con vos, nunca se sabe.

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